He tenido el honor de pertenecer al Senado de la República durante más de una década, tras haber sido elegido dos veces por los electores de Santiago Poniente. Con la legitimidad que me da el hecho de haber sido elegido democráticamente y gracias al apoyo brindado por la mayoría de la Sala es que me corresponde asumir la conducción del Senado.
Es un momento muy importante para mí y debo reconocer que me cruza una profunda emoción.
Ustedes me conocen. Soy un hombre de pocas palabras. Soy un hombre alejado de los discursos encendidos y la búsqueda de aplausos. Aún en los momentos más amargos e injustos para mi y mi familia, para mis amigos, para el partido de toda mi vida, la Unión Demócrata Independiente, he sido reticente a expresar mis sentimientos en público.
Incluso en los momentos de mayor adversidad me he refugiado en el silencio. Pero siempre he estado convencido que el tiempo hace prevalecer la verdad.
Sin embargo, hoy quiero apartarme de mi forma de ser y compartir con Uds, algunas de mis convicciones acerca del Senado.
Lo hago sin afán alguno de dar lecciones; simplemente me impulsa compartirlas con el anhelo que sirvan para que el Senado siga cumpliendo con el rol insustituible que debe desempeñar en nuestra vida democrática.
Sras. y Sres. Senadores:
Soy un convencido que la grandeza de nuestra institución se apoya, más que en ningún otro valor, en el respeto.
En primer lugar, en el respeto a la Constitución Política, la norma matriz de la República, que define sus atribuciones y responsabilidades. Por cierto, en el respeto a su reglamento, a sus tradiciones y normas de convivencia, que le imprimen un carácter que lo distingue entre las instituciones republicanas del país. Pero por sobre todo creo firmemente que el prestigio y la proyección del Senado se apoya en el respeto entre sus integrantes.
El respeto consiste no sólo en tolerar la diversidad de sus miembros sino en valorarla como su mayor riqueza.
El respeto exige no atribuirse jamás una falsa superioridad moral, imputando a las opiniones de los demás mala intención o la defensa de intereses oscuros.
El respeto obliga a actuar siempre sin dobleces. No hay respeto cuando la cordialidad en el trato directo se transforma en torva agresividad cuando aparecen los micrófonos.
Creo firmemente que si se pierde el respeto entre nosotros inexorablemente se perderá el respeto en el Senado. Y si ello tiene lugar, el paso siguiente será - como ya ocurrió en el pasado- perder el respeto a la democracia, a sus principios y a sus valores.
Es en este espíritu de respeto y en este clima de diálogo que pretendo realizar mi tarea en la presidencia del Senado. No sólo por las razones que les acabo de dar, sino que también apremiado por el difícil año que debemos enfrentar.
En lo político, las elecciones generan siempre pasiones y tensiones. Debemos tener la sabiduría de enfrentar estos procesos con la conciencia clara que las elecciones, los hombres pasamos, pero Chile y su pueblo son permanentes. No busquemos jamás una ventaja coyuntural que dañe lo permanente.
En lo económico, se trata de un año tremendamente difícil, en que la crisis está afectando y afectará a miles de familias en nuestro país, generando desempleo y provocando intranquilidad en los hogares.
Frente al drama humano que hay detrás de esta crisis lo único que nos cabe, como parlamentarios, es aunar voluntades para ofrecer soluciones prontas y efectivas. Debemos responder a la confianza depositada en nosotros y traer paz y tranquilidad a los hogares.
Estimadas senadoras y senadores, no es menor la tarea que tenemos por delante. Todos los senadores -tanto quienes apoyaron mi nombramiento como quienes no lo hicieron- debemos participar y dar todo de nosotros mismos, con ideas e iniciativas y aportando todos nuestros talentos para enfrentar este momento de crisis. Tal vez sumados podremos aliviar en algo la situación en la que se encuentran tantos chilenos y chilenas.
En este difícil trance se requiere de toda la fuerza y la unidad posibles. Debemos concentrarnos todos en un mismo objetivo, dejando de lado las peleas y los cálculos políticos y demostrar así nuestra verdadera vocación de servidores públicos.
No pido claudicar de nuestras ideas y posiciones políticas. Pido respetar las ideas políticas del otro y trabajar sobre la base del entendimiento y no de la diferencia.
Cada uno puede hacer un gran aporte si actúa desde la vereda del servicio al país y no desde una mezquina trinchera.
Es momento de generosidad, de diálogo, de entendimiento. No hay cabida para los personalismos ad portas de una recesión económica. No hay cabida para las rencillas políticas del pasado, cuando aumenta el desempleo.
Debemos estar a la altura de las circunstancias y siempre es bueno empezar por uno mismo.
Quiero que tengan la tranquilidad que desde la testera de esta Corporación trataré de ser lo más ecuánime posible y velaré por el respeto de todas las ideas y posiciones presentes en la sala. Me corresponde, como representante de todos ustedes, ser garante de que todos los sectores políticos aquí representados reciban el mismo trato y respeto.
Asimismo, pretendo establecer lazos de respeto y entendimiento con La Moneda, para poder construir juntos una solución a los graves problemas que enfrentamos. Mis más sinceros respetos a la presidenta Michelle Bachelet quien, estoy seguro, está en el mismo espíritu dialogante y abierto con el que me dispongo a empezar esta misión.
También, es mi intención darle énfasis a temas relacionados con la probidad y la transparencia, de la misma manera que lo han hecho, sin ninguna excepción, todos los presidentes que me han precedido. Creo sin embargo que siempre falta camino por recorrer en esta materia.
Por ello debemos fortalecer nuestra Comisión de Etica y que ella se transforme en una instancia activa, que se preocupe de mejorar nuestras prácticas, fijar normas de conducta y de transparencia que permitan, en lo posible, que jamás tenga que reunirse para conocer acciones reñidas con la ética. El presidente de dicha comisión, mi amigo el senador Núñez, da garantías a todos los sectores y tendrá el apoyo permanente de esta Mesa en el cumplimiento de sus importantes funciones.
El cargo de Presidente del Senado es un honor y una responsabilidad.
Espero contar con toda su ayuda y apoyo para el logro de estos grandes desafíos.
Y permítanme, a la hora de hablar de responsabilidades, recordar a quien siempre nos pidió que actuáramos en la vida pública con un especial sentido de cumplimiento del deber, preocupación por los más pobres y poniendo siempre, por sobre cualquier consideración, el bien de Chile. Me refiero a mi amigo, el ex Senador por Santiago, Jaime Guzmán.
Jaime tenía clara conciencia de la importancia del Senado y que esta institución era un lugar de encuentro entre todos los sectores políticos. Por ello, su primera decisión como Senador consistió en elegir como Presidente de esta corporación a don Gabriel Valdés, dando una señal clara de la voluntad de la UDI de contribuir al entendimiento entre todos los chilenos.
Sras. y Sres.Senadores:
Quiero agradecer a todos los presentes, en especial a los electores de Santiago Poniente, a quienes tengo el orgullo de representar en este Senado. Agradezco también a los senadores que hicieron posible esta designación, las bancadas de Renovación Nacional, UDI e Independientes, a los senadores Zaldívar y Procurica, y al senador don Carlos Bianchi, quien me acompañará como Vicepresidente de la Corporación.
Permítanme también hacer un agradecimiento muy especial a mi familia, aquí presente. Sin el apoyo de Angelita, mi señora, y de todos mis hijos, habría sido muy difícil para mi desempeñar los compromisos públicos y privados que a lo largo de mi vida he debido asumir. Junto con agradecer a mi familia, quiero rendir también un modesto homenaje a las familias de todos los servidores públicos. La política tiene aspectos gratos y otros muy duros. A nuestras familias generalmente les toca conocer sólo el lado más oscuro de nuestra actividad.
Finalmente, quiero terminar esta intervención, recordando las palabras que pronunció recientemente el presidente del Senado, Adolfo Zaldívar, en la ceremonia en que se instalaron los bustos de O'Higgins y Carrera -los padres de la Patria a quienes los separó la vida pero los unió el amor a Chile-.
Zaldívar expresó que "las divisiones deben superarse y no mantenerse en el tiempo, que no se puede vivir buscando las cosas que nos dividen..., que no hay que continuar viviendo atados en un pasado reciente de conflictos y divisiones".
Comparto plenamente tal principio y me atrevo a decir que si lo olvidamos comprometeremos el futuro mismo del país.
Hay dos tipos de países: Aquellos quienes ven en el pasado sólo los momentos de división y conflicto y aquellos países que ven también en el pasado los momentos de unidad y logros comunes. Para los primeros el pasado es sólo fuente de rencores; para los segundos es fuente de enseñanzas. Espero sinceramente que Chile sea de los segundos.
muchas gracias.
Por Jovino Novoa, Presidente del Senado
Fuente : Senado de Chile
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